Donde las vidas cruzadas pierden sentido,
donde las miradas advierten lo no escrito,
de un nuevo camino y destino no definido,
lanzan un nuevo grito de pasión libertino.
Donde las penas ya no lloran ni imploran,
nacen las nuevas y grandes conclusiones,
cambios y maravillosas sensaciones,
que llenan de mariposas nuestros corazones.
Ya sin lamentaciones, dejas el luto en rincones,
de lo que pensaste que eran amores,
y solo eran las sobras de hombres con rencores,
que abordaban tu vida con promesas de colores.
Y por fin tú misma reconoces, dolorida por los golpes,
que el amor más que doler a de saber a flores,
pues el hombre que te ame, a de darte honores,
y hacerte sentir lo más importante de sus inversiones.
Tú, la persona por la que he llorado tanto.
La persona por la que he sufrido en vano. ¿Por qué tratas de herirme más?
Nunca podrás decirme que te herí, que te defraudé, que te maté.
Justo como tú, pequeña espina de la rosa de mi jardín, hiciste.
De mi mente he eliminado bellas y malas memorias, pues de ti no quiero recuerdos.
Mi corazón te llama, mi mente me engaña.
Falsos recuerdos acuden a mi mente, haciéndome creer que algún día estuvieron presente.
Afirmo que te amé como un amigo, hermano, sin ti ya no vivo.
En mi mente hice un retrato perfecto de tu ser, el cual tú pintaste de blanco y negro a tu parecer.
¿Realmente crees que no sufrí? Ya me da igual si la tormenta no cesa, pues aprendí a caminar debajo de la lluvia.
Cupido me ha herido, defraudado, mentido, reprimido...
Quise gritar tu nombre en un abismo de mudos, pero hasta el dolor ya me pudo.
No me permitiste amarte, simplemente me rechazaste, regodeaste, hasta pisoteaste.
No más sonrisas ni sensuales miradas, no hacen efecto, ya nada es perfecto.
Quise ser tu campanilla, pero no eres el Peter Pan que yo creía.
Eras el príncipe, y yo la criada, pero tu princesa ya venía.
Ella no te quiere, ella no te ama, ella no desea ser tu dama.
Date ya cuenta, yo no te hiero, abre ya tus ojos, que solo yo te quiero.
(Autora: Cristina Gil)
Cuando la vi por primera vez,
era tan inocente, dulce, y tan hermosa,
tan dependiente, de mis besos,
de mi calor y de mi alimento,
que al verla crecer tan rapidamente,
me dió miedo que se me escapara con solo rozar el viento.
Era como un suspiro que crecia aceleradamente,
mi pequeña se hacia mujer rapidamente,
y dejaba de ser mi historia, para ser la suya propia.
Voló tan rapidamente, que casi la perdí de vista,
como pajaro que vuela y poco te visita,
formandose una nujer coraje,
apostando su vida por ser madre.
Creando una familia firme y segura,
dió a luz a una hija hermosa y sana,
Y una vez más se repitió la historia,
porque de eso al fin se trata,
de sentir, vivir, enseñar y recordar.
Porque como un día tú sabes que dije...
la vida no deja de ser una cadena.
Te quiero Miriam.
Eres como el sol y la luna, como el cielo y el mar, o simplemente, como el blanco y el negro.
Hay algo que me inquieta, me agobia todos los días que me acuerdo de ti.
Cada noche, me siento en mi cama, soltando una lagrima por mi aprecio, cariño y adoramiento, porque tu eres lo único en mi pensamiento.
Intenté olvidarte, pero no pude olvidar amarte.
Si cada vez que pienso en ti, tengo que sufrir, prefiero vendarme los ojos, y tratar de no oírte mentir.
Porque tus mentiras duelen, cada vez que las recuerdo y en tus verdades a veces hasta me pierdo... Porque si en tus ojos, tengo que ver la verdad, solo estaré vagando por un mar, tu no tienes piedad.
Ahora, vete y déjame volar, libre y sin mis ansias de amar, porque te he olvidado, y solo has estado, y estarás.
(Autora: Cristina Gil)
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!
¿Adònde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero
La tarde cayendo está.
En el corazòn tenía
la espina de una pasiòn;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazòn.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazòn clavada.
(Autor: Antonio Machado)
No me hables de amor, no quiero oirte,
mi amor por ti ha terminado,
no me hables de razón, que puedo herirte,
ya me has mentido demasiado.
Sal de mi vida, escupe mi odio,
perdido entre la luna y el oleo,
te entregué con mi vida mi alegria,
y con tu cobardia has vendido el alma mia.
Eres como el mar, que rompe sus olas,
dañas lo que tocas con promesas locas,
y pensar que un día jure ser la esposa tuya,
gracias a Dios abrí los ojos un día.
Más ya no te odio, no te siento, no te sueño,
y solo te deseo, despues de todo mi sufrimiento,
que tu destino sea tan feliz como el mio,
pues gracias a ti aprendí,
que hombres como tú, por suerte hay pocos.
(Autora: Mia)
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