Hay que prestarle atención al pájaro de mal agüero porque, cuando dice “por ahí no se puede ir”, suele señalar un camino divertido. Cuando empezamos con Orsai, el pájaro abrió las alas y cantó: “No puede funcionar”. Cuando el proyecto funcionó, el pájaro cacareó más fuerte: “No se puede mantener”. Y ahora, que el proyecto se mantiene, el pájaro tiene un nuevo hit: “No es extrapolable”.
Intento descomprimir, que el cerebro vuelva a tener espacio para escribir un cuento. Lo estoy consiguiendo de a poco. Mientras tanto, vuelvo a las anotaciones cortas. Los dejo con siete apostillas breves en las que informo o converso sobre varias cosas sin ton ni son. Esta es la primera, y la que más me gusta: Chiri acaba de abrir un blog para contar cosas sueltas sobre la redacción porteña de Orsai.
Mañana a la nochecita va a pasar algo increíble en el Bar Orsai: Tonga (el gran distribuidor) y Chiri (el jefe de redacción de Orsai) van a conocerse en persona. En un punto esto me angustia, porque yo hubiera preferido que Tonga siga convencido que Chiri es un personaje. Todavía lo cree. Pero mañana descubrirá que no. Anoche ya pasó algo: hablaron por teléfono.
La última vez que estuve en Buenos Aires conocí por fin a Sáenz Valiente, uno de los mejores dibujantes de historieta del universo. Con Juan habíamos trabajado juntos en mi cuento “La madre de todas las desgracias” que apareció en la Orsai N3. Fue un placer hacer cosas con él, a la distancia. Me enloqueció a preguntas para adaptar la historia, y eso es fantástico. Desde entonces supe que Juan volvería a estar en la revista. ¿Pero cómo? ¿Y haciendo qué?
Esta mañana me llamaron de un programa de radio venezolano, imagino que muy oído en el país (porque empecé a recibir correos de oyentes casi de inmediato), y los presentadores me preguntaron por la experiencia Orsai, el «novedoso» método de distribución de la cultura, etcétera. Respondí con tristeza, porque Venezuela es una piedra en el zapato. Imposible distribuir cultura latinoamericana en ese país, por culpa de no sé qué ridiculez del mundo viejo.
La historia ocurre en una Argentina de pesadilla. El país se quedó sin carne y nadie tiene qué comer. En medio del caos, el Ejército recluta a los varones mayores de edad. Los saca de sus casas, de los bares, de donde sea. Los arrastra a empujones, los uniforma y los obliga a pescar. En los afluentes del río Paraná han crecido surubíes enormes que son atrapados por gomones de Gendarmería y suministrados a los habitantes hambreados del conurbano bonaerense.
Le pedimos a nuestro gran amigo Franco Pastura (distribuidor de Orsai en Rio de Janeiro, y gran periodista) que nos recomiende lugares, que nos cuente trucos, que nos avise por dónde anda la policía y cuáles son los sitios liberados. Es decir, una crónica turística, pero muy enfocada al mundo cuete. Pero Franco fue más allá: también nos da un panorama histórico del porro en Rio desde la colonia hasta los problemas actuales del narcotráfico. En resumen, una crónica Orsai, desde la punta hasta la tuca.
En un largo perfil firmado por la periodista Ana Prieto, María Kodama habla del extraño casamiento en Paraguay, de la herencia, de los derechos intelectuales, de los juicios que ganó y perdió y de su ambigua relación con internet («allí uno entra y encuentra cualquier cosa, hay cada error…»). Revela que duerme solo cuatro horas, que viaja sin descanso propagando el legado de su marido. Y aprieta los dientes cuando se le menciona a Bioy Casares («es un traidor, solo un cobarde hace lo que él hizo»).
Las últimas dos semanas fueron las primeras con redacción en Argentina y yo solo en España. Y funcionó. No me sentí triste ni nostálgico. Skype prendido las veinticuatro horas, Dropbox trabajando en línea desde cuatro países, corrección de textos triangulados entre Mercedes, Sant Celoni y San José de Costa Rica, dibujos que venían de Lérida y de Rosario y de Madrid, pruebas de imprenta… Pero en realidad silencio absoluto en casa. Yo en piyama hablando solo. Sin miradas cruzadas ni ronda de mate. No sé. Fue raro, pero fue lindo.
Estamos de cierre hasta el domingo. Toda la redacción está en Buenos Aires menos yo, hundido en el invierno español. Conectado al Skype veinte horas al día y sin tiempo para actualizar. Pero es jueves, día de goteo. Y tenía ganas de contarles que el número cinco de Orsai no tiene gollete. Vemos páginas, recibimos textos e historietas. Tiras cómicas y entrevistas. Columnas y cuentos. Es la mejor revista de la historia. Pónganle la firma.