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Solamente un equipo ha ganado la Premier sin perder un partido en los últimos cien años: el Arsenal de la 2003/2004. Ahora que Henry ha vuelto a vestir la camiseta de los 'gunners', muchos aficionados rememoran una escuadra que devolvió el orgullo al norte de Londres.

90 puntos en 38 jornadas con 26 victorias y ni una sola derrota. Fue la obra cumbre de Arsène Wenger, que conseguía así su tercer y, hasta hoy, último título con el Arsenal. Hace falta poco para añadir a los números, pero en este caso vale la pena adornarlos con nombres y, sobre todo, con la historia de Wenger en Londres: la crónica de una revolución.

Los protagonistas: un equipo poco inglés

El récord de imbatibilidad del Arsenal vino parejo a la alineación de distintos onces que no incluían ningún jugador británico. En el once inicial más usado durante la temporada 2003-04, de hecho, solamente aparecían dos jugadores ingleses: Sol Campbell y Ashley Cole.

Esa alineación solía empezar con el temperamental Jens Lehman en la portería, escudado por el ex mallorquinista Lauren y el entonces joven Cole en los laterales y el actual citizen Kolo Touré y Sol Campbell como centrales. El doble pivote estaba formado por el campeón del mundo con Brasil Gilverto Silva, que ejercía como ancla por delante de la defensa para cubrir las excursiones en ataque de Patrick Vieira, entonces el mejor medio centro del mundo, incontenible en sus cabalcadas e insuperable tanto en el uno contra uno como en los balones aéreos.

A los lados, el sueco Fredrik Ljumberg destrozaba defensas con su velocidad por la derecha y el francés Robert Pirès ejercía de socio de todos desde su depuradísima técnica. Arriba quedaba lo mejor, con un Dennis Bergkamp crepuscular que regaló algunas de las mejores actuaciones de su carrera en esa temporada, y la estrella del equipo: Thierry Henry.

Lo mejor de la historia es que el técnico había dicho, ya en pretemporada, que era posible que el equipo terminara imbatido. Entonces, como algunos hacen hoy y como hicieron cuando llegó a Londres en 1996, muchos se burlaron del alsaciano.

El origen: la revolución Arsène

Cuando Wenger llegó para entrenar al Arsenal, los tabloides de la capital inglesa le recibieron con titulares como "Arsène... What?" para subrayar su falta total de popularidad en un mundo, el del fútbol inglés, especialmente cerrado a las influencias extrangeras. Que un técnico francés acudiera al rescate de uno de los clubes donde más enraizada estaba la filosofía del "patada y a seguir" resultó un tanto traumática para los aficionados.

De la mano de Wenger, además, empezaron a llegar jugadores extranjeros como Bergkamp, Kanu o Overmars, circunstancia que, de primeras, fue agresivamente criticada pero que, vista en perspectiva, resultó en el orígen de la expansión y apertura de la que ha llegado a ser la mejor liga del mundo. Wenger acudió a Londres con una idea de juego que necesitaba de jugadores con una formación que tenía poco que ver con la inglesa, por lo que necesitaba talentos técnicos con afecto por la creatividad y la combinación.

Para explicar la expansión de la Premier y la llegada de figuras extranjeras hay que hablar de Wenger

En su segunda temporada en el banquillo ganó la Premier y la FA Cup, logros que le sirvieron para legitimar su idea futbolística y para depurar individuos como Tony Adams, que bajo su tutela pasó de alcohólico confeso y repetidamente multado a sereno y cabal jugador aficionado al piano.

El combate contra el alcoholismo en el vestuario, la lucha por introducir hábitos alimentícios saludables y su metodología de entrenamiento basada en el balón son, muy por encima de su mitificado buen ojo por los jóvenes talentos, los principales méritos de Wenger, que cristalizaron en la temporada perfecta.