El progreso científico hace posible curar muchas
enfermedades antes incurables o letales. Las nuevas
tecnologías médicas y el desarrollo de
técnicas de reanimación hacen posible
prolongar la supervivencia de una persona y diferir
el momento de la muerte. Por tanto, cada vez es mayor
el número de personas que pueden verse afectadas
por el sufrimiento de una situación terminal,
en sí mismos o en sus familiares. A pesar de
los continuos avances en el tratamiento del cáncer,
cada año mueren de esta enfermedad cerca de 100.000
personas en España, con una tasa de mortalidad
de 228 por cada 100.000 habitantes, lo que la sitúa
como una de las principales causas de muerte en este
país. Por otra parte, la mortalidad por cáncer
ha sufrido un aumento espectacular en los últimos
20 años, pasando de 60.000 casos en 1980 a 90.930
casos en 1997, aunque parece observarse una ligera desaceleración
del crecimiento en los años finales del siglo.
El actual patrón demográfico y de morbilidad
hace esperar que en los próximos años,
además del número de muertes por cáncer,
aumente el número de pacientes con enfermedades
crónicas y degenerativas y el número de
pacientes geriátricos. Las personas en situación
terminal tienen necesidades específicas que incluyen
la correcta valoración y tratamiento de su sintomatología
(dolor, náuseas, estreñimiento, disnea,
etc.), el abordaje de los problemas emocionales, la
adecuada comunicación con el enfermo y también,
el soporte e información adecuado a la familia.
Para todo ello, es necesario que el Sistema Nacional
de Salud tenga en cuenta estos aspectos y que se organice
para poder hacer frente a estos nuevos retos asistenciales.
La mejora de la atención de estos enfermos en
fase avanzada y terminal, que se identifica con los
cuidados paliativos, es un elemento cualitativo esencial
del sistema de salud, debiéndose garantizar su
adecuado desarrollo en cualquier lugar, circunstancia
o situación, basándose en los principios
de equidad y cobertura de nuestra red sanitaria. Para
obtener éxito en la aplicación de estos
cuidados hará falta combinar dos tipos de estrategias:
en primer lugar, la formación básica en
cuidados paliativos de todos los profesionales sanitarios
y, en segundo lugar, el desarrollo de programas específicos
de cuidados paliativos con profesionales capacitados
y posibilidad de intervención en todos los niveles
asistenciales.
Aunque existen especialidades más susceptibles
de abordar este tipo de atención (tales como
oncología, radioterapia, medicina interna, hematología,
cirugía y urgencias), hay que concienciar y establecer
puentes con todos los servicios hospitalarios y con
la atención primaria. El arma fundamental va
a ser la formación. Se han realizado esfuerzos
importantes en este campo, aunque sin una planificación
global, siendo necesario definir mejor los estándares
y profundizar en la formación avanzada.
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