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  • Para salvar el Sueño Americano

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    Para Salvar el Sueño Americano es el Plan de Heritage para arreglar la deuda, reducir el gasto y restaurar la prosperidad. Balancea el presupuesto de la nación en el espacio de una década – y lo mantiene balanceado. Reduce la deuda y recorta el gobierno a la mitad. Elimina el seguro médico impuesto por el gobierno y financia por completo la defensa nacional. Le planta cara al Seguro Social, Medicare y Medicaid, los tres llamados programas de derechos a beneficios, que en conjunto representan el 43% del gasto federal en la actualidad.

    Para alentar a los americanos a ser más fiscalmente responsables, el Plan de Heritage rediseña nuestro sistema tributario por entero para convertirlo en un impuesto al consumo que será de tipo único. Esta es una estructura que promoverá mayores ahorros, beneficiando por tanto a los americanos, nuestro sistema político y la economía. Al fin y al cabo nuestro plan, aunque es de naturaleza económica, tiene un propósito moral más alto. Si los derechos a beneficios no se reforman, la próxima generación y las futuras tendrán que pagar tasas de impuestos punitivos que pondrán fin a la libertad como la hemos conocido.

     

    PRÓLOGO

    spacer Queridos compatriotas:

    Hemos llegado al momento de tomar una decisión en América. Durante demasiado tiempo. el Congreso ha estado inmerso en una insostenible borrachera de gasto, impuestos y préstamos. Nuestra nación va camino de la quiebra y estamos pasando los costos de esta equivocada política a nuestros hijos y a sus hijos.

    Con el transcurrir del tiempo, nuestro gobierno nacional se ha inflado, se ha extralimitado y va sin freno, descuidando sus funciones básicas, operando mucho más allá de sus medios y abrumadoramente fuera de sus límites constitucionales. Si no hacemos nada, el rumbo por el que vamos ahora arruinará nuestra economía, minará nuestra prosperidad y nos llevará a la insolvencia fiscal. Robarle al futuro la oportunidad y la libertad destruirá el Sueño Americano para futuras generaciones.

    De hecho, ya estamos viviendo la vergüenza de ser aleccionados públicamente por nuestros comunistas acreedores chinos que desprecian nuestro derroche. El día que se anunció que Standard and Poor’s había rebajado la perspectiva de nuestra economía se pudo oír una exclamación de desasosiego colectivo en la comunidad internacional. Si nuestros líderes electos siguen en este plan, sin duda nos enfrentaremos a crisis financieras como las de Grecia y Portugal.

    América está al borde de convertirse en un país en declive — estancado económicamente y permanentemente endeudado, fuertemente regulado y burocrático, con menos autogobierno y menos libre.

    Pero ese destino no tiene por qué ser el de nuestro futuro. Podemos poner el gasto bajo control, equilibrar el presupuesto y reducir nuestra deuda. Podemos limitar el tamaño del gobierno y liberar nuevamente el genio ilimitado de los americanos para crear riqueza y empleos. Podemos cambiar la tendencia y alterar el curso de nuestra nación.

    spacer Para salvar el Sueño Americano es nuestro plan para arreglar la deuda, recortar el gasto y, sobre todo, restaurar la prosperidad. Equilibra el presupuesto de la nación en una década — y lo mantiene equilibrado. Reduce el tamaño de la deuda y recorta el gobierno a la mitad. Elimina la atención médica hecha obligatoria por el gobierno y financia completamente nuestras necesidades de defensa nacional. Para poner nuestras finanzas en orden, debemos ocuparnos de arreglar el Seguro Social, Medicare y Medicaid, los tres grandes, conocidos como programas de derechos a beneficios, que juntos suponen el 43% del gasto federal actual. Demasiados adultos mayores carecen de suficiente ayuda para evitar la pobreza. Por tanto, Para salvar el Sueño Americano no acaba con estos programas; en su lugar, se concentra en aquellos que los necesitan.

    Nuestro plan también anima a los ciudadanos a ser más responsables en lo fiscal. El plan rediseña nuestro sistema tributario por entero para convertirlo en un impuesto al consumo que será de tipo único. Esta es una estructura que promoverá mayores ahorros, beneficiando por tanto a los americanos, nuestro sistema político y la economía. Mayores ahorros quiere decir más sólida formación de capital y una economía más robusta lo que a su vez se traduce en verdaderos trabajos para los americanos.

    Este plan reduce sustancialmente el tamaño y alcance del gobierno federal, fundamentalmente incrementa el papel de los estados para que elijan sus propios modelos y lleva la capacidad de decisión más cerca del pueblo que de administradores no elegidos en las urnas. Estos son pasos cruciales para poner a nuestra nación en el camino de la responsabilidad fiscal, política y constitucional. Es parte de nuestra más amplia iniciativa por poner a nuestro país de nuevo en el camino correcto, recuperar sus verdades, conservar sus principios liberadores y forjar una América donde la libertad, la oportunidad, la prosperidad y la sociedad civil florezcan.

    Después de todo, nuestro plan, aunque de naturaleza económica, tiene un ulterior propósito moral . Si los derechos a beneficios no se reforman, la siguiente generación, y las futuras, tendrán que pagar impuestos a niveles confiscatorios que terminarán con nuestra libertad tal como la hemos conocido. Nuestra propuesta se dirige a preservar la promesa de América que nos legaron las generaciones pasadas.

    Edmund Burke nos recuerda que pensemos de nuestro paso por la tierra no como un suceso individual y temporal, sino como una sociedad “entre aquellos que están vivos, aquellos que están muertos y aquellos que han de nacer”. Lo que intentamos hacer con Para salvar el Sueño Americano es mantener la fe en esa sociedad.

    Ya nos hemos visto en las mismas anteriormente y todas las veces el pueblo americano ha estado a la altura de las circunstancias y no dejó para mañana lo que podía hacer en el momento. En 1776 nos dijeron que ningún colono advenedizo podría derrotar a la nación más fuerte del mundo y decidimos cambiar el curso de la historia. En 1860 se nos dijo que la Unión no se aguantaría unida y que América estaba finiquitada, sin embargo alumbramos un nuevo nacimiento de la libertad. En 1980 nos dijeron que el Siglo Americano estaba llegando a su fin y lanzamos una gran expansión económica, reconstruimos nuestros ejércitos y revivimos nuestro espíritu nacional.

    Los tiempos difíciles exigen elecciones duras. El futuro de nuestra nación está en juego.

    Todo lo que se pide de nosotros, como dijo alguna vez mi héroe Ronald Reagan, es “nuestro mejor esfuerzo y nuestra voluntad de creer en nosotros mismos y creer en nuestra capacidad de hacer cosas grandes; creer que juntos, con la ayuda de Dios, podemos y resolveremos los problemas a los que nos enfrentamos”.

    Todos juntos, no dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy, cambiemos el curso de nuestro país y salvemos el Sueño Americano.

     

     

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    Edwin J. Feulner

    Presidente de la Fundación Heritage

    INTRODUCCIÓN

    Solo hay una opción posible

    América debe cambiar de rumbo. Nos enfrentamos a un alarmante problema fiscal que amenaza el mismísimo futuro de nuestra nación. No solo continuaremos luchando con enormes déficits federales en el futuro próximo, sino que el problema se hará cada vez mayor y más peligroso en las décadas venideras. A no ser que actuemos juiciosamente, el masivo gasto gubernamental y la creciente deuda pública destruirán los fundamentos de nuestra economía y ensombrecerán el Sueño Americano para nuestros hijos y nietos.

    Pero esto no es inevitable. Podemos de hecho preservar el Sueño Americano. Con medidas firmes y decisivas podemos reducir el gasto y resolver nuestro problema de deuda. Podemos salvaguardar nuestro legado de libertad, oportunidad y prosperidad y podemos hacerlo de forma que reduzcamos el gobierno a un tamaño manejable, revigoricemos nuestra economía y aseguremos una seguridad económica básica para los americanos jóvenes y mayores por igual. Podemos salvarnos de un océano de tinta roja a la vez que ofrecemos algo mucho mejor a nuestros adultos mayores y a los pobres de lo que lo hacen los actuales programas que nos han llevado a la presente situación.

    La Fundación Heritage ha elaborado tal plan.

    El problema fundamental que nuestro plan aborda es simple: el gobierno está haciendo cosas que no debería estar haciendo y gasta mucho más de lo que podemos permitirnos pagar o deberíamos estar pagando. Es hora de empezar a movernos de forma decisiva hacia un gobierno federal limitado y que lleve a cabo sus funciones apropiadas. Como resultado de tener un gobierno que está haciendo demasiado, el gasto desde la Segunda Guerra Mundial ha alcanzado niveles récord como porcentaje de la economía de Estados Unidos (en términos de producto interior bruto, o PIB [1]) y está creciendo. El gobierno federal pide prestados 40 centavos de cada dólar que gasta. La deuda nacional acumulada por estos préstamos y los anteriores ya alcanza el 70% de la producción económica anual del país y está camino de crecer hasta el 100% al final de esta década.

    Según algunas comparaciones internacionales, la economía de Estados Unidos ya está en peores circunstancias que las tambaleantes economías de las naciones europeas y es solo cosa de tiempo hasta que nuestras finanzas colapsen. Estamos viviendo de prestado y nos arriesgamos a una catástrofe económica a no ser que alguien en el gobierno ejerza liderazgo real para reducir el gasto y el endeudamiento. Podemos y debemos hacerlo mejor.

    ¿Qué ocurrirá si no actuamos antes de que los acreedores nacionales y extranjeros pierdan la confianza en que América y los americanos actúen alguna vez de forma responsable? ¿Qué ocurrirá si nos sumimos en una crisis? Para ver nuestro sombrío futuro solo necesitamos ver países como Grecia que están experimentando una rigurosa y perjudicial austeridad, junto con súbitas caídas de los estándares de vida. Sin embargo, podemos evitar tal catástrofe en América con verdadero liderazgo y audacia. Un creciente número de estados están confrontando desafíos similares con soluciones creativas para volver a la disciplina fiscal.

    Sin embargo, si no hacemos nada, el gasto se seguirá disparando. Previos congresos hicieron promesas a los americanos que son completamente imposibles de financiar y ahora nos llegan las facturas. Estas promesas hay que seguirlas pagando en las próximas décadas. En concreto, Washington prometió caros beneficios de Medicare y del Seguro Social a la generación baby boom [2], pero el dinero para pagar esos programas se está acabando.

    Estos programas prometen beneficios para un grupo de americanos y esos beneficios se están financiando mediante impuestos y emitiendo deuda. Este proceder necesita una aclaración. Muchos ciudadanos creen que los impuestos y cuotas que ellos pagan al Seguro Social y Medicare van a verdaderas cuentas de depósitos y que esos fondos se utilizarán para cubrir los beneficios prometidos cuando les toque su turno de recibirlos. Pues ese no es el caso. En realidad lo que sucede es que el dinero que hoy entra por un lado proveniente de un determinado grupo de americanos sale directamente por el otro lado para pagar los beneficios de otros. En caso de que hubiera algún “superávit”, tampoco se guarda sino que el gobierno se lo gasta inmediatamente en otras cosas y lo reemplaza con un pagaré, conocido como IOU (“I Owe You”, Yo te debo), y que no es más que una retención fiscal sobre los futuros contribuyentes. Y esto significa obligaciones contra los futuros ingresos de americanos que ni se lo sospechan, muchos de ellos ni siquiera han nacido aún.

    Los planes tipo “Pague lo que gaste” solo funcionan mientras haya el suficiente número de gente contribuyendo al sistema. Sin embargo, con toda la enorme cantidad de gente de la generación baby boom acercándose a la jubilación, estos programas ya no son los productos altamente rentables que cubrían otros gastos gubernamentales. En vez de eso, se están convirtiendo mares de deuda de profundidad abismal. Hace 50 años, la aportación de cada cinco trabajadores cubría los beneficios que recibía cada jubilado. Ahora, solo hay tres trabajadores por jubilado y en 20 años serán solo dos. Simple matemática basta para demostrar que esto no puede seguir así.

    Nos enfrentamos a las consecuencias de generaciones de políticos de ambos partidos que han prometido a millones de americanos ciertos servicios sin ponerse a pensar primero en lo que iba a costar o cómo se iba a pagar. Los tres mayores derechos a beneficios — Seguro Social, Medicare y Medicaid — constituyen el 43% del gasto federal, o un 10.3% del PIB. Estos tres programas crecerán súbitamente y pasarán del 10.3% a casi el 20% de la economía en solo 40 años. Para pagar la totalidad de estos beneficios que se prometieron, y solo para el Seguro Social y Medicare, el gobierno necesitaría apartar e invertir casi $40 billones de nuestros impuestos de hoy para cubrir este déficit a largo plazo.

    Ahora que la generación baby boom está llegando a la jubilaicón, las finanzas de estos programas muestran la grave crisis que padecen y están infligiendo una creciente carga sobre los americanos. Estos programas de derechos a beneficios consumen una enorme y disparada proporción de la producción económica nacional.

    Los políticos y los responsables de política pública han planteado tres formas de responder a esta situación, pero solo una de esas opciones abordaría la amenaza presupuestaria y económica a la vez que empezaría a devolver al gobierno federal a su apropiado papel limitado y no pasaría a nuestros hijos y nietos una inmensa carga financiera.

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    Opción #1: Cruzar los dedos y esperar lo mejor

    Muchos politicos se acobardan a la hora de tomar las acciones necesarias, o bien se engañan a sí mismos al creer que, de alguna forma, los problemas se resolverán solos por arte de magia. Otros parecen creer que el gobierno federal es simplemente “demasiado grande para caer” — algo que muchos griegos solían creer sobre su gobierno — y que los chinos y otros acreedores confiarán en nuestra capacidad de pagarles lo que les debemos y que nunca liquidarán sus carteras de valores del Tesoro. Pero si pierden la confianza, los tipos de interés se dispararán hasta por las nubes. El gobierno federal necesitaría entonces hacer recortes brutales para restaurar la confianza internacional.

    Incluso antes de una crisis así, la creciente inquietud entre acreedores extranjeros y nacionales sobre nuestra voluntad para tomar las medidas necesarias a largo plazo elevarían los tipos de interés, perjudicando a empresas, inversionistas, compradores de viviendas y prestatarios americanos. Pero incluso si nunca se diera esa crisis, la única forma en que podríamos continuar pagando los prometidos beneficios es pasarles a nuestros hijos y nietos decenas de billones de dólares de deuda. Según este escenario, ellos pagarían la deuda. Y es una factura gigantesca: Cada trabajador americano y cada uno de sus hijos deben ahora más de $200,000.

    Quizás el mayor peligro esté en que cuando Washington vea esta acumulación de deuda, elija la estrategia más peligrosa, la salida fácil: Simplemente imprimir dinero para pagar las cuentas. Esto lleva a una inflación desenfrenada. Estados Unidos y muchos otros países han experimentado altos niveles de inflación anteriormente: Es algo devastador para las economías y devora perniciosamente los duramente ganados ahorros de trabajadores y jubilados.

    Esta no es una opción seria. Los mercados globales de capital exigirán medidas en algún momento. Además, no hacer nada es una posibilidad que los americanos rechazaron tajantemente en las elecciones de 2010. No quieren un gobierno federal en perpetua expansión. Quieren un gobierno federal que sea limitado y que opere en línea con sus funciones constitucionales. Y tampoco quieren que el Congreso continúe gastando y haciendo promesas que no puede cumplir sin minar nuestra prosperidad y sin abrumar a futuras generaciones con deudas.

    Opción #2: Subir los impuestos

    Hay gente que opina que el planteamiento adecuado es continuar adelante con nuestro despilfarro de gasto y beneficios sociales y que simplemente se suban los impuestos hasta balancear las cuentas. Pero si hiciéramos eso, el gasto y los impuestos aumentarían en las próximas décadas a niveles más parecidos a los sufridos en Europa que a los que esperamos en América.

    Por ejemplo, financiar el prometido gasto de los derechos a beneficios con basándose solo en aumentos de impuestos exigiría duplicar los tipos impositivos marginales para todos los tramos fiscales durante los próximos 30 años, algo que nos llevaría a una tipo federal del 66% para muchos americanos de clase media y a eso al que sumarle los impuestos sobre la nómina o los impuestos sobre ingresos a nivel estatal y local. El impuesto sobre sociedades — ya entre los más altos del mundo industrializado — también tendrían que duplicarse. América no puede competir económicamente con esos niveles de gasto y presión fiscal.

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    ¿Y quién pagaría el grueso de estos impuestos? Los ya jubilados o los que ahora están por jubilarse no lo harían, incluso si se aumentasen los tipos inmediatamente. Los ciudadanos que pagarían la mayor parte son justamente los que ahora están empezando su vida. Ellos soportarían la tremenda carga fiscal durante décadas mientras intentan cubrir sus propias necesidades. De hecho, esta segunda opción simplemente sustituiría los impuestos sobre los jóvenes por préstamos sobre los mismos jóvenes.

    Algunos dicen que incluso si los compromisos de gasto se recortan, se necesitarán aumentos de impuestos porque los americanos no van a querer reducir el gasto lo suficiente. Sin embargo, los ciudadanos ya se están dando cuenta del problema del gasto, por tanto están exigiendo que este se disminuya y no que les pongan más impuestos. También se dan cuenta por experiencia que si se envían más dinero a Washington para “manejar el déficit”, el Congreso probablemente se lo gastará en lugar de usarlo para reducir la deuda a largo plazo. Además, aumentar los impuestos será un golpe para las jóvenes generaciones durante más tiempo y mucha de esa carga se pondrá sobre personas que no originaron el problema.

    Esta tampoco es una posibilidad real. Nuevos impuestos o aumentos de los ya existentes — por ejemplo, una subida de los tipos impositivos — erosionaría la competitividad americana y desmotivaría la iniciativa y la inversión, ralentizaría el crecimiento así como la creación de empleo y reduciría la futura prosperidad. Más importante aún, nos ataría a una visión de gobierno que refleja más la tradición europea más que la americana. Daría alas a un gobierno federal en constante crecimiento que continuaría metiéndose en actividades que deberían llevar a cabo los estados o la gente misma y estableciendo programas de financiación poco sólida y que haría que los americanos se convirtieran en más dependientes del gobierno.

    Opción #3: Arreglar realmente el problema del gasto y la deuda y empezar a regresar al gobierno federal a sus funciones apropiadas

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    La tercera opción es reconocer que el gobierno de Estados Unidos ha ido mucho más allá de sus funciones apropiadas. Ha vivido más allá de los medios del pueblo americano y Congreso tras Congreso se ha hecho promesas nada juiciosas e imposibles de pagar. Los americanos deben volver a verdades y valores básicos de nuestra visión de gobierno limitado y, acorde con eso, reestructurar el gobierno federal.

    Para asegurar la prosperidad y el crecimiento tanto para nosotros como para nuestros hijos, deberemos reducir el gobierno federal de forma que esté más cerca de su tamaño apropiado y se centre en desempeñar sus responsabilidades fundamentales. Esto significará recortes profundos y sostenidos del gasto federal.  También debemos frenar la presión fiscal y reformar nuestro innecesariamente complejo, costoso y muy injusto sistema tributario para así acentuar los incentivos y recompensar el ahorro si queremos que una vez más América sea próspera. Deberemos revitalizar el sector de los emprendedores y trabajadores para restaurar la fuente generadora de la prosperidad de Estados Unidos. Podemos resolver nuestro problema del gasto y la deuda a través del crecimiento, la oportunidad y la prosperidad que vienen de la mano de bajos impuestos y  gobierno limitado.

    Esta opción requiere que vayamos a la raíz del problema de gasto confrontando decisivamente las insostenibles promesas de los derechos a beneficios que nos están abrumando. Si actuamos pronto en vez de esperar hasta que el problema sea demasiado urgente y grande para arreglarlo prudentemente, podemos solucionar los problemas de forma que en realidad fortalezca la seguridad económica.

    Para abordar el asunto de los derechos a beneficios debemos pedir a padres y abuelos que piensen no sólo en las promesas que pasados Congresos les hicieron sino también en las consecuencias que sus hijos y nietos van a sufrir si esos beneficios prometidos permanecen inalterados. Repitámoslo, el dinero que los americanos han pagado a esos programas ya se gastó. Ya no está disponible para pagar los beneficios prometidos. Esto es una imputación sobre Washington pero es también un hecho que debemos enfrentar.

    Hoy debemos hacernos serias preguntas acerca de cómo podemos asignar fondos públicos de la forma más eficaz. Debemos reconocer que todos necesitan poner su granito de arena para resolver el problema.

    La buena noticia es que podemos hacerlo. Podemos garantizar la seguridad económica de los americanos de edad media y adultos mayores a la vez que reducimos la agobiante deuda que hemos cargado sobre las espaldas de nuestros jóvenes.

    No obstante, arreglar estos programas es solo la mitad de la ecuación económica. La otra mitad es promover el florecimiento del espíritu americano de la autoconfianza y rechazar la creciente y paralizadora dependencia del gobierno que ha sido la característica de las recientes décadas. Mayor crecimiento mediante la libertad económica permitirá que más y más americanos construyan tanto una vida sólida y segura y que cuenten con una jubilación y los medios, como comunidad, para ayudar a aquellos que trabajaron duro pero que no pueden mantenerse a sí mismos en la jubilación.

    Esta tercera opción es la única que mantiene la visión de gobierno compartida por la vasta mayoría de americanos. Es la única opción real. Es por ello que en la Fundación Heritage hemos hecho de esta visión la base de nuestro plan para solucionar la crisis de gasto y deuda de América.

    Lo que conseguirá el Plan de Heritage

    El Plan de Heritage resolverá las crisis gemelas de deuda y gasto con reformas que son consistentes con los principios del gobierno democrático y valores americanos profundamente arraigados.

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    Nuestro plan consigue esto reduciendo el tamaño del gobierno, revigorizando la empresa americana mediante fundamentales reformas fiscales y transformando los programas de derechos a beneficios para proveer verdadera seguridad económica sin pasar una carga financiera aplastante a las jóvenes generaciones. En concreto, el Plan de Heritage:

    • Balancea el presupuesto federal en una década y lo mantiene balanceado permanentemente en no más del 18.5% del PIB. Los americanos le han dicho muy claramente a Washington durante muchos decenios los límites de cuánto están dispuestos a pagar por el gobierno. Ese promedio histórico es de aproximadamente un 18.5% del PIB, por tanto, equilibramos gasto e ingresos en ese nivel.
    • Reduce la deuda al 30% del PIB en 25 años y la pone en la senda para que posteriormente siga bajando. Nuestra deuda nacional ahora constituye aproximadamente el 70% del PIB y va camino de llegar al 185% en 25 años [3]. Una deuda menor eliminará la amenaza de crisis financiera y devoverá la confianza a inversionistas y acreedores. También reducirá la carga de la deuda sobre las futuras generaciones, aliviará la presión sobre los tipos de interés y ayudará a asegurar nuestra prosperidad.
    • Recorta el tamaño del gobierno federal a aproximadamente la mitad en 25 años. Mediante el equilibrio en este nivel, impedimos que el gobierno federal siga creciendo hasta convertirse en  más de un tercio de toda la economía de Estados Unidos. Si se deja sin control, llegaría a ese tamaño en el espacio de tiempo que un niño nacido hoy se gradúa en la universidad.
    • Frena programados incrementos fiscales y reemplaza el complejo e injusto código tributario con un sistema completamente nuevo. Además de mantener los ingresos a no más de su promedio histórico, reemplazamos el bizantino sistema actual con uno mucho más simple que minimiza distorsiones y perversos incentivos fiscales.
    • Protege a América y sus intereses en todo el globo asegurando la financiación total de la defensa nacional. La defensa es una responsabilidad constitucional básica, un deber fundamental del gobierno federal y es esencial para preservar la libertad y prosperidad americanas. Se debería eliminar de raíz el derroche y la ineficiencia del gasto de defensa y nosotros reinvertimos los ahorros conseguidos en necesidades de la defensa.
    • Elimina Obamacare y crea un sistema de atención médica que es asequible tanto para la nación como para personas y familias. Este sistema promueve la elección individual, la competencia y la innovación a nivel estatal necesarios para controlar los costos subyacentes de la atención médica a la vez que se asegura la cobertura continua y su portabilidad. Mediante la revisión general de los subsidios y las exenciones fiscales para la atención médica, nos aseguramos de que los americanos pueden permitirse una cobertura adecuada.
    • Rediseña el Seguro Social y Medicare como programas sostenibles que verdaderamente protegen a los mayores y estarán a la disposición de nuestros hijos y nietos. El actual sistema está a punto de producir déficits gigantescos y no podrá pagar completamente los beneficios prometidos. Es por ello que rediseñamos estos programas de derechos a beneficios definidos como programas de “seguro real” en los presupuestos que se centran en aquellos que verdaderamente los necesitan y se elimina paulatinamente del sistema a aquellos que no los necesitan en realidad. Contrario a quienes defienden las subidas de impuestos a americanos actuales y futuros, el Plan de Heritage elimina la necesidad de subir los impuestos.
    • Provee potentes incentivos para que los trabajadores ahorren e inviertan de forma que sean menos dependientes de esos programas. Nuestras reformas de los impuestos y el Seguro Social proporcionan nuevas formas para que los americanos ahorren para su seguridad futura y para crear capital para las empresas.

     

    Seguro Social

    Resumen

    El Seguro Social es el programa federal más grande y paga unos $700,000 millones anualmente a unos 60 millones de americanos. Es la principal fuente de ingresos de jubilaicón para millones de ciudadanos. Sin embargo, el Seguro Social entró en déficit en 2010, pagando más beneficios de lo que la gente pagó en impuestos sobre la nómina. La Oficina de Presupuesto del Congreso dice que estos déficits continuarán al menos durante los próximos 75 años y probablemente sea así de forma indefinida.

    ¿Qué es el Seguro Social?

    El Seguro Social, en la actualidad el mayor programa federal, proporciona: (1) ingresos de jubilación para trabajadores y sus cónyuges, (2) beneficios a los familiares supervivientes de trabajadores fallecidos y (3) subsidios de incapacidad a trabajadores lesionados que no pueden trabajar y a las familias de esos trabajadores. El programa se financia con un impuesto sobre la nómina que es del 12.4% y se paga a partes iguales por el trabajador (6.2%) y su empleador (6.2%). Los empresarios ven su parte de la contribución, correctamente, como parte de la compensación total del empleado.

    En 2009, el año más reciente del que se dispone datos, el Seguro Social gastó un total de $685,800 millones para proporcionar estos beneficios. Fue también el último año en que el Seguro Social recaudó más en impuestos que lo que pagó en beneficios. Desde 2010, el programa ha entrado en déficits de flujo de caja que la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) dice que probablemente no tendrán fin. El déficit anual del Seguro Social aumentará cada año hasta más o menos 2030, cuando llegará a unos $350,000 millones en dólares de 2010 (sin incluir ninguna inflación), y estará aproximadamente en ese nivel permanentemente.

    El Seguro Social tiene un fondo fiduciario de $2.5 billones de los superávits por lo que recaudó de más entre 1983 y 2009 — pero ese dinero no está ahí. En vez de crear activos de verdad en un fondo de verdad, el Congreso en realidad se gastó ese dinero en toda clase de cosas, desde carreteras a beneficencia corporativa. Ese fondo contiene unos bonos del Tesoro especialmente emitidos que

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