Después de haber leído los cachondos relatos que me ponen a mil, he decidido probar este genero a ver que les parece mis aventuras. Lo que les voy a contar es verídico y solo cambio los nombres obviamente por mantener la privacidad ya que soy madre de 2 preciosos e inteligentes hijos que no me gustaría que supieran de las calientes andanzas de su madre.
Me llamo Mónica y tengo 40 años. Sin ser una belleza extraordinaria me gusta cuidarme haciendo yoga y comiendo sanamente, soy una mujer termino medio, con bonitas caderas y piernas (es lo que más me ven los hombres) y senos que sin ser muy grandes son agradables a mi porte. Por cuestiones de trabajo mi marido pasa mucho tiempo fuera de casa ya que trabaja para una multinacional, por lo cual siempre me encuentro bastante desatendida en el plano sexual. Por ello he buscado algunas formas alternas (algunas licitas, otras no) de calmar las calenturas que ocasionalmente nos dan a las mujeres. Desde hace 8 años que mi marido trabaja en la empresa le sido infiel varias veces pero siempre muy discreta, ya que debo de cuidar mi imagen ante la sociedad. Continua leyendo »
Era nuestra primera despedida de soltero. Habíamos estado toda la noche en el típico restaurante con striptease, y luego nos habíamos ido a la discoteca de siempre a emborracharnos a la salud del próximo casamiento.
Lo que no nos imaginábamos era lo que sucedería después: A eso de las 4 de la madrugada nos fuimos los últimos de la fiesta a acompañar a Juan, el novio a su piso, el motivo de nuestra celebración era su próxima boda y el motivo de la boda no era otro que el inesperado embarazo de su chica… bueno el caso es que Juan iba a casarse en una semana y nosotros le organizamos la jornada que parecía estar acabando. Por su parte Luz la futura esposa también estaba de despedida con sus amigas, la mayoría salían con nosotros, así que esa noche estábamos todos desparejados… Continua leyendo »
Nunca pensé que relataría lo que a continuación haré. Primero debo decirles que preservaré el anonimato por cuanto sé que algunas de mis amistades frecuentan esta página. Comenzaré diciéndoles que tengo en la actualidad 32 años, soy morocha, alta, de cabello negro en melena y un cuerpo que, según mis amistades, es bastante apetecible, sobre todo mis senos que sin ser demasiado grandes tienen lo suyo. Mi nombre, María Eugenia, no es real pero si la historia que paso a relatarles.
Hace unos seis años, cuando todavía no me había casado y vivía con mis padres, mi madre tuvo que viajar por razones de negocios por un par de días. Yo siempre fui una chica independiente y salía y volvía a casa cuando me parecía. No fue distinto esa vez y le dije a mi padre (48 en ese entonces) que me iba al cine y después a cenar con unas amigas a lo que solo respondió “cuídate nena”, Déjenme decirle que vivíamos en un barrio que si no era de lo mejor era bastante de media clase alta. Yo regresé alrededor de las dos de la mañana y cuando me acercaba a mi casa noté que había movimiento inusual dentro de la misma, extrañada abrí la puerta y escuché unos ruidos provenientes del dormitorio de mis padres, me acerqué al mismo sigilosamente pensando que mi madre había vuelto de improviso y estarían haciendo “sus cosas”, justo antes de entrar sentí una voz ronca a mi espalda que a viva voz dijo: Continua leyendo »
Teresa, una espléndida mujer de treinta años, hermosa y alta, había ido a comer a casa de sus amigos Carlos y Carmen. Su marido estaba esa semana fuera y por eso aceptó la invitación. A la comida les acompañó un amigo de Carlos, Ricardo, de sus tiempos del colegio, que ahora era vendedor de automóviles, de unos cuarenta años, bastante fornido y agraciado de cara.
Desde que Teresa llegó la llenó de halagos. “Vaya amiga tenéis, Carlos. Eres una tía muy guapa. Un auténtico regalo para los ojos, con tu altura y tus curvas”, le dijo repasándola de arriba abajo. Ella se turbó un poco, pero sintió un punto de satisfacción en las palabras que le dedicaba Ricardo. Carlos también la miraba, y ella pensó que estaba recordando el intercambio que habían tenido unas semanas antes en su casa.
No le dio mayor importancia y por eso, cuando al terminar de comer, una comida regada con buenas botellas de vino que se le subieron un poco a la cabeza, sonó el teléfono y Carmen explicó que tenía que irse a casa de sus padres a un asunto familiar, no dudó en ofrecerse a ayudarle en la cocina a fregar y guardar todo.
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La señora Rosa ya se había negado en dos ocasiones a la proposición que le había hecho su jefe de tener un encuentro sexual cuando ella había pedido aumento de sueldo, pero era ya muy difícil aguantar dos años sin ningún movimiento en su salario desde que estaba como secretaria del gerente, sobre todo por su reciente divorcio y el gasto que implicaba la inminente inscripción de su hija en la universidad.
Por eso había decidido intentar nuevamente solicitarle al licenciado Mendoza un aumento de sueldo. Después de un año la señora esperaba recibir un mejor trato, por lo que aprovechó un momento en el que él estaba desocupado para abordar el tema.
-Licenciado, como usted sabe, la situación está difícil, y quería solicitarle nuevamente que si es posible vea la posibilidad de hacer un ajuste a mi sueldo. El licenciado ni siquiera quitó la mirada de su computadora, en donde hacía algún proyecto.-Si quiere un aumento ya sabe que no hay otra forma más que presentarse si ropa en mi oficina a las seis de la tarde. Continua leyendo »
Se llamaba Salvador, pero hacía poca gala a su nombre, porque rara vez llegaba a tiempo. Era un hombre más bien rudo, aunque bastante atractivo, con el pelo cano y la piel muy morena, tostada por el sol de justicia del que gozamos en mi tierra.
Trabajaba como albañil y fontanero, claro, así se entiende que, además de lucir aquel moreno de albañil, tuviera unos músculos tan bien formados. Pero no os llaméis a engaño. Salvador era mayor. Muy mayor. Al menos para mí, que acababa de cumplir los 18 años. Creo que él tendría unos 55 años, por lo menos… ¡si era más mayor que mi propio padre!…
Han pasado ya muchos años. Ahora soy una mujer más madura y puedo entender que me dejara llevar por la impaciencia de la edad, por las ganas tan tremendas de sexo que padecen los adolescentes. Y también comprendo que la culpa la tuve yo. En realidad aquel pobre hombre… me trató demasiado bien. Yo en su caso…
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Me llamo Edu. Vivo en el norte de España, y a mis 18 años tuve una experiencia increíble que me dio esa fuerza que necesitaba en un período crucial de mi vida. Mi madre me crió siempre sola, pues mi padre salió corriendo literalmente cuando oyó que iba a ser Padre. Jamás lo ví. La educación de mi madre era de lo más normal hasta que cumplí los 18 años.
El día de mi cumpleaños mi familia me dio champán para beber, y como me gustó mucho, tomé tres copas, con lo que quedé medio trompa. Bajé solo a casa para echarme un rato y como iba idiotizado, no vi a un camión que pasaba a bastante rapidez, y me atropelló. Estuve en coma un mes, y tardé en despertarme mucho tiempo, ya en casa. Además, me fui despertando poco a poco, ya fuera de peligro, y tardé justo dos meses en recuperar por completo la visión. Continua leyendo »
Me encontré a mamá follándose y vestida para la ocasión. Me quedé fascinado y no pude reaccionar hasta que la vi correrse inmersa en las convulsiones del orgasmo.
Este relato sucedió en Madrid, exactamente el día 22 de mayo de 2.009 sobre las once de la noche. Quienes vivan en ésta ciudad recordarán que ese día presagiaba tormenta y que al anochecer llegaron los relámpagos, después los truenos y finalmente el viento huracanado y la lluvia torrencial.
Esa noche tenía intención de salir de copas, pero al salir con el coche a la calle, un trueno ensordecedor me hizo retroceder y regresar a casa de donde había salido tan sólo hacía unos minutos. Al regresar a casa me encontré una escena que realmente me fascinó y me dejó atrapado: Mi madre tumbada en el sillón del salón, vestida sólo con ropa intima, jaleándose a si misma, gimiendo de placer y follándose con tanta intensidad como nunca antes había visto a nadie hacerlo. Continua leyendo »
Hola, mi nombre es Yolanda, tengo 44 años, estoy casada desde hace 10 y trabajo en una empresa como secretaria, he escrito éste relato para contar algo que me ocurrió hace algún tiempo y que me dejó un recuerdo imborrable.
Físicamente, diré que soy más bien bajita, peso 52 kg, pelo moreno, tengo bastante pecho, el culo redondito y los muslos bien formados; todavía a mí edad dicen que estoy de muy buen ver, debiendo admitir que en más de una ocasión he sido víctima de piropos de todo tipo, tanto por parte de jóvenes como por hombres de mediana edad, además, en alguna ocasión he visto como me han repasado descaradamente con la mirada de arriba a abajo, cosa que a mí me molestaba y avergonzaba cuando paseaba junto a mi marido, pero que él, lejos de enfadarse, dice que se siente orgulloso de llevarme a su lado, ya que no todos los hombres tienen la suerte de ir acompañados de una guapa y atractiva mujer. Continua leyendo »
Yo se que muchos de los relatos que aquí leemos son sacados de la imaginación y de los deseos de que lo relatado le suceda a una, yo nunca me había animado a escribir y vieran que tengo muchas fantasías sexuales, soy casada, vivo en la Cd. de Tampico, México con un hijo de 7 años, yo tengo 31 años y mi esposo 35, mi vida sexual siempre ha sido buena, aunque como muchas mujeres a veces no deseamos hacer el amor tan seguido como los hombres.
La verdad cuando lo hago con mi esposo me encanta, nunca había sido infiel, aunque antes de casarme si tuve relaciones con otros hombres. Pues resulta que hace como seis meses llevo a mi hijo los entrenamientos de fútbol y así como yo muchas mamás esperamos al lado del campo a que terminen de practicar nuestros niños…
Debo decir que yo soy la más joven de todas las señoras y aunque no soy muy bonita, me doy cuenta que muchos hombres les gusta admirar mi cadera amplia y una cinturita pequeña, aunque con poco seno, y el entrenador de mi hijo siempre me veía con mirada que me desnudaba y más cuando llevaba pantalones ajustados.
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Como carta de presentación les diré que me llamo Iñigo, que tengo 22 años y que vivo en Vitoria con mi madre y mis dos hermanas pues mi padre murió hace cinco años de un galopante cáncer de páncreas que se lo llevó en apenas dos meses. Una vez murió papá mi pobre madre tuvo que hacer filigranas para sacarnos adelante, pues su sueldo trabajando en una empresa de limpieza no daba para grandes alegrías. Por suerte, mi hermana Arancha hacía alguna que otra cosa en una pequeña gestoría trabajando por las tardes tras salir de la academia donde estudiaba por las mañanas. Así pues en cuanto pude encontré un trabajo de noches poniendo copas en una discoteca del centro de la ciudad.
Mientras estudiaba mi primer año de Farmacia trabajaba por las noches de miércoles a sábado poniendo cervezas y cubatas sin parar. Lo cierto es que no pagaban mal y las propinas que nos sacábamos con mis compañeros y compañeras ayudaban a final de mes reuniendo una buena cantidad de dinero con la que pagarme mis estudios y mis caprichos y ayudar algo en casa. Al empezar mi segundo año de carrera decidí buscar otra cosa que me resultara más rentable así que aprovechando mi carácter extrovertido y mi buen físico encontré gracias a una compañera de la discoteca un trabajo en otro local trabajando como camarero y gogó.
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Como conté en los relatos anteriores, las historias contadas son historias reales, mi novia y yo solemos ir a una playa nudista de fuera de la ciudad a la que suelen acudir más hombres que mujeres, como relaté en la última historia, estuvimos como una semana sin ir a esa playa para evitar encontrarnos con los tipos anteriores. Así que a la semana acudimos a la playa al atardecer, pues para lo de siempre, echar un polvo.
Salimos de casa de mi novia y ella llevaba un traje corto abotonado por delante, y además le dije a mi novia que no se pusiera ropa interior, por lo que solo quitando los 5 botones que tiene el vestido se quedaría desnuda, al llegar a la playa pudimos observar a lo lejos que había una furgoneta muy parecida a la de la otra noche por lo que no nos acercamos hasta la playa, nos apartamos un poco del camino quedándonos a unos 100 metros de la furgoneta, nuestra intención era de que no nos vieran, ese día queríamos dedicarlo para nosotros. Continua leyendo »