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Un banco y un nieto
Martes 21 de febrero de 2012, por Gonzalo Revilla
  

Por fin el fro daba un respiro. Se sent en su banco preferido y se puso a leer perezosamente un peridico, mientras con el rabillo del ojo vigilaba a su nieto, que disfrutaba en el parque. As que iba alternando la indignacin que le producan las noticias con la tristeza que le provocaba la situacin de aquel chiquillo. Cada vez que le preguntaba por su madre tena que esbozar su mejor sonrisa y volver a explicarle que se haba marchado a la otra punta del pas, obligada por su empresa, que estaba usando la movilidad como una manera de ir aligerando la plantilla. l mismo haba recomendado a su hija que no dejara el trabajo, que se hara cargo del nio, que sera por un tiempo corto... Pero la situacin no haba mejorado y el nio cada vez notaba ms la ausencia de su madre, por mas que los abuelos tratarn de suplir la ausencia.

Y en el peridico: recortes, dficit, corrupcin, deuda soberana, especulacin, la crisis contada por captulos inevitablemente derrotistas, el miedo inyectado en proporciones ingentes, en cada pgina una mala noticia, una vuelta ms de tuerca, una evidencia ms de la estafa monumental en que se haba convertido el mundo. Se acordaba de aquellos tiempos en los que su generacin entr ilusionaba en la democracia, “ya todo ir bien” pensaban entonces. Y ciertamente el pas cambi de color. Recordaba tambin la inquietud con que vivi las dos ltimas dcadas, pensando que todo aquello era demasiado bueno, demasiado frgil. Y termin teniendo razn.

Ahora todo est en el aire: el trabajo de su hija, su pensin, la cobertura sanitaria y educativa de su nieto. El futuro, en definitiva, se mostraba oscuro, violento. Y el presente empezaba a ser demasiado incmodo: muchos conocidos estaban en el paro, agotando los ltimos ahorros, agobiados por una situacin prolongada en el tiempo, sin expectativas de mejorar. Haba, a partes iguales, cansancio, depresin, rabia, desilusin... Y saba que si en algn momento algo catalizaba todas aquellos sentimientos se poda montar algo gordo. La gente siempre ha tenido un lmite. Y no quera para su nieto una sociedad crispada, dividida, empobrecida. Ya pas por eso una vez. Y no conduce a nada.

El sol le calentaba tmidamente la espalda. Era agradable. Su nieto jugaba, ajeno al mundo que se derrumbaba a su alrededor. El peridico segua desplegado sobre sus piernas, mostrando la foto de cualquier poltico haciendo cualquier promesa estril. Cerr los ojos un instante. Anhel ver el final de todo aquello, las aguas volviendo a su cauce, su hija retornando junto a su nieto, con un trabajo estable, sin tantos miedos, tantas amenazas. Era tanto pedir? Saba, en lo ms profundo de su vientre, que no bastara con pedirlo amablemente.

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