Publicado el 01/03/2012 por omarvelz
Peculiar sería la forma en que definiría mi etapa en la primaria. Los seis años de estudio los hice en cuatro distintos colegios y mi estadía en ellos fue desordenada, pues iba de uno a otro para luego regresar al primero. Uno de ellos tenía bases católicas, otro evangélicas, el otro era adventista y el último laico. En uno fuimos siete alumnos en clase mezclando los integrantes de tres diferentes grados, en otro veinticinco, en el tercero llegamos a ser treinta y cuatro y en el último unos veinte. Esos constantes cambios hicieron que tuviera que adaptarme a distintos lugares varias veces y que tuviera que pasar por distintos métodos de enseñanza y particularidades de reglamentos, modos y caprichos de las instituciones y de los profesores.
Fue en segundo primaria cuando inició la ardua tarea, y martirio para casi todos, de aprender las tablas de multiplicar. Confieso que entonces me gustaba mi maestra de el colegio Jerusalén, el de principios evangélico