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Hasta siempre

2 febrero 2012 / Opinión /

Todas las cosas tienen un principio y un final.
Llevaba mucho tiempo meditando esto, pero creo ahora ha llegado el momento: se acabó mi paso por el mundo de los tebeos. Se cierra este espacio de La Cárcel de Papel que me ha dado tantas satisfacciones durante nueve años y dejo de colaborar en prensa (con la única excepción de la vinculación que tengo con la Cartelera Turia de Valencia) o eventos relacionados con el tebeo. Durante muchos años, casi veinte, he convertido mi hobby, mi pasión, en casi una segunda profesión. Y creo que debo volver a buscar esa sensación de disfrutar de la lectura de tebeos como lector raso, con la única preocupación de gozar de su lectura. Creo sinceramente que en estas cosas se debe dejar paso a los que vienen detrás y, sobre todo, ser consciente de las limitaciones de uno mismo. El comisariado de la exposición sobre tebeos españoles en Angoulême, uno de los proyectos más ilusionantes en los que he trabajado, es un perfecto broche final a mi trayectoria. No dejaré la vinculación académica, pero como algo muy reducido.
Han sido unos años maravillosos y, sin duda, me quedo con más amigos de los que merezco.
Vuelvo a ser, simplemente, un lector de tebeos.
Gracias a todos y hasta siempre.


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Premios

12 enero 2012 / Opinión / 10 comentarios

De todas las noticias de la nueva edición del Salón del Cómic de Barcelona destaca sobre todo, a mi entender, la muy esperada y demandada reformulación de los premios del Salón. Durante años, el Salón ha arrastrado unas categorías ya caducas en la forma de entender la historieta, que se han ido engordando sin funcionalidades, objetivos o definición clara. Empezando por el Gran Premio del Salón, que abandona su oscurantismo anterior para tener un unívoco fin: reconocer una dilatada trayectoria profesional por parte de los gremios afines a la historieta. Importante también dejar por fin las divisiones artificiales a dibujo, guión, etc, que podían hacer caer los premios del Salón en ese absurdo que son los Eisner y Harvey, con decenas de categorías que atomizan su importancia. Un sólo premio y, además, muy bien dotado económicamente, que coloca al premio del Salón a la altura de los premios más importantes del Noveno Arte. Un premio a la mejor obra extranjera, que tiene una finalidad promocional de cara a librerías y editoriales, igual que el premio del público a la mejor obra y, creo, un gran acierto al mantener el premio al mejor fanzine, como expresión clara del futuro de la historieta.
Es verdad que se podrían haber puesto muchas más categorías, que muchas que se han perdido eran reivindcaciones antiguas de diferentes colectivos de la historieta (librerías, divulgación…), pero lo lógico es lo que ha hecho Ficomic. Y ahora, si hace faltar premiar a un autor revelación, una librería, a un divulgador, al dibujo, al guión o a la mejor labor editorial, deberían ser otras instituciones las que propusiesen esos premios, que se podrían dar simultáneamente en la misma ceremonia de entrega de premios del Salón de Barcelona. La Asociación de Críticos podría dar el premio a la mejor labor de divulgación (al que propongo desde ya el nombre de “Premio Juanjo Sarto”); la asociación de librerías podría hacer lo propio con las tiendas; la de editores reconocer la excelencia editorial de sus compañeros; la FADIP por ejemplo dar el premio al mejor dibujo o al autor revelación… Y, por qué no, que estas mismas instituciones negociaran con mecenas privados (ahora que parece que va a ser lo que se llevará) para conseguir que estos premios tengan dotaciones económicas.
El camino iniciado por Ficomic es el correcto para que los premios de Barcelona tengan importancia y reconocimiento real. No estaría de más indicar también los listados de votantes con “voz” en estos premios, enterrando de una vez todas las dudas que muchas veces se lanzan sobre ese famoso listado. Sinceramente, no creo que ese listado esconda ninguna sorpresa: autores, libreros, críticos, editores, distribuidores…gente con nombre y apellidos que forman parte de esta profesión y que, creo, tienen derecho a votar como parte de este gran gremio de la historieta.


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Repaso al 2011(II): Las reediciones

4 enero 2012 / Opinión / 18 comentarios

La teoría dice que las grandes obras del tebeo deberían estar siempre a disposición del lector. Debería ser inconcebible que un clásico como Príncipe Valiente, por ejemplo no pudiera comprarse en cualquier momento… pero de lo “inconcebible” a la realidad va un largo trecho, tan largo como que lo supuestamente imposible pasa a ser la norma habitual. Así, mientras un aficionado a la literatura no podría entender que una librería no contara con una edición de El Quijote o un cinéfilo que no pudiera comprar una edición de Ciudadano Kane, el tebeófilo considera el pan nuestro de cada día que los clásicos de la historieta sean objetos imaginarios producto de calenturientas utopías. Y ojo, que esto no es sólo mal español, es mal universal aliado con el cada vez más ínfimo ciclo de vida en librería de las novedades. Pero mire usted por dónde, la crisis y los cambios en los hábitos de compra se alían con el lector y los clásicos y las reediciones comienzan a florecer. En los USA, porque con un precio estándar de 50$ (o más), se rentabilizan rápidamente las pequeñas tiradas de ediciones de clásicos alentadas por el megabombazo que supuso la recuperación de Peanuts por Fantagraphics. Y, aquí, porque se vuelven a rentabilizar derechos ya comprados con nuevas ediciones que, en un mercado donde las tiradas tan pequeñas que parecen serigrafías de lujo, pueden subsistir relativamente bien con ventas mínimas. A lo que hay que añadir la traducción particular del “efecto Peanuts”, que por estos lares se conoce como “efecto Esther”.
Sea por una cosa o por otra, el lector está de suerte: se publican más clásicos que nunca y se recuperan obras que antes parecían condenadas al olvido.
Ahí ha estado, volviendo a casa por otoño, como casi ya es habitual, una nueva edición de Príncipe Valiente que, por primea vez, recupera un color medianamente correcto, aunque la calidad y cuidado de la edición quede a años luz de la orfebrería practicada por Manuel Caldas. Y ya era hora que, por fin, contásemos con una edición “como dios manda” del clásico de Goscinny y Uderzo, Astérix.
Por géneros, muchas recuperaciones de clásicos de los superhéroes gracias sobre todo a Panini, que ha editado excelentes tebeos como los Nuevos mutantes de Claremont y Sienkiewicz, Parábola, de Moebius y Lee, los X-Men Claremont y Byrne o la novela gráfica de La muerte del Capitán marvel de Jim Starlin. Panini se apunta también el tanto de la recuperación de dos clásicos de prensa: Flash Gordon de Dan barry y Juliet Jones. Planeta por su parte nos dio la alegría (a medias, por un espantoso color infográfico) de recuperar el Superman contra Muhammad Ali de O’Neil y Adams o la edición completa, por fin, del Starman de Robinson y Harris. Hay que añadir aquí las nuevas ediciones en formato absolute de Planetary y Authority. En la lista de tebeos USA imprescindibles, la esperada reedición del American Flagg de Chaykin, de Vida en otro planeta de Eisner, la antología FOur color fear o la lujosa edición de Ghost World de Clowes.
En lo que a tebeo europeo corresponde, las ediciones de Theodore Poussin y Gil Pupila tuvieron un compañero de excepción, el Jerry Spring de Jijé. Y aunque modernos, era casi una exigencia reeditar en formato integral dos obras tan interesantes como El fotografo de Guibert y Lupus de Peeters.
De reediciones nacionales, alfombra roja para ese monumento de la contracultura que fue el Peter Pank de Max, así como al monumental OPS la edad del silencio, el cuidado regreso de 5xInfinito de Estaban Maroto y el integral necesario de El bueno de Cuttlas, sin olvidar a ese maestro de la provocación que es Álvarez Rabo con su Rabo con almejas.
Y ojito que, desde sudamérica llegaron dos obras maestras: la cuidada edición mexicana de El eternauta y la nueva edición de la inquietante
Informe sobre ciegos de Breccia.


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Repaso al 2011 (I): Lo mejor

3 enero 2012 / Opinión / 19 comentarios

Año de pocas lecturas. Los compromisos de trabajo y familiares han bajado espectacularmente el nivel de lecturas de otros años, pero la sensación que saco de este 2011 es que la cosecha ha sido muy buena. Quizás sin ninguna obra que causara sensación o sorprendiera como en su día hizo El arte de volar, por ejemplo, pero con un nivel medio altísimo, empujado por una fiebre reeditora y de recuperación de clásicos que hace muy, muy difícil cualquier selección. La inclusión de clásicos que permanecían inéditos en castellano es, además un problema: ¿los incluyo en la lista principal? La verdad es que, por un lado, es injusto que las novedades tengan que competir con obras de calidad sobradamente contrastada pero, por otra parte, si el criterio es de “novedad”, estos clásicos lo cumplen a rajatabla… Le he estado dando vueltas al tema y no he encontrado más que una solución: hacer trampa. Me explico: haré las dos listas de siempre, la de novedades y reediciones, pero incluiré una tercera lista de obras “fuera de concurso” que, a mi entender, representan la santísima trinidad de lo mejor publicado este año 2011 pasado.
Así que, sin más rodeos, los tres mejores tebeos que he leído este año, pero que por diferentes razones no deben competir con el resto, son:


- Frank, de Jim Woodring (Fulgencio Pimentel)
- El fue malo con ella, de Milton Gross (Manuel Caldas)
- Binky Brown encuentra a la Virgen María, de Justin Green (La Cúpula)
Tres obras maestras, con una influencia increíble en algunos casos, que excede por completo la ambición de cualquier posible reseña.

Y ahora ya sí, sin estos tres pesos pesados, la lista de mis 20 tebeos del año 2011:

1. La protectora, de Keko (Edicions de Ponent)
2. 5000 km por segundo, de Manuel Fior (sins entido)
3. Nocilla experience, de Pere Joan (Alfaguara)
4. Iglesia y estado, de Dave Sim (Ponent Mon)
5. Penny century/El fantasma de Hoppers, de Jaime Hernández (La Cúpula)
6. El pequeño Christian, de Blutch (Norma)
7. Polina, de Bastien Vivés (Diábolo)
8. Fagocitosis, de Marcos Prior y Danide (Glénat)
9. Dear Patagonia, de Jorge González (sins entido)
10. Historias del barrio, de Bartolomé Seguí y Gabi Beltrán (Astiberri/Dolmen)
11. Aventuras de un oficinista japonés, de José Domingo (Bang)
12. Flujo, de Dave Cooper (La Cúpula)
13. Pagando por ello, de Chester Brown (La Cúpula)
14. Los años dulces, de Jiro Taniguchi (Ponent Mon)
15. Un adios especial, de Joyce Farmer (Astiberri)
16. Un lugar equivocado, de Bretch Evens (sins entido)
17. Almanaque comestible, de VV.AA (Edicions de Ponent)
18. RIP, de Felipe Almendros (Random House)
19. Memorias de un hombre en pijama, de Paco Roca (Astiberri)
20. Columna de Manel Fontdevila en Público

Pero el año, como decía, ha sido extraordinario. A las anteriores hay que añadir un largo listado de obras que podrían estar perfectamente entre esas veinte elegidas, como los prometedores debuts de jóvenes autores españoles: Cárcel de amor, de Sergi Puyol (Apa Apa Cómics), Sangre de mi sangre, de Lola Lorente o La muchacha salvaje, de Mireia Pérez auguran cosas muy, muy buenas. Y ojo que la lista de obras destacables de autores españoles  es muy amplia: ahí han estado Autobiografía no autorizada III, de Nacho Casanova (Diábolo), Hágase el caos, de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí (Norma), El héroe, de David Rubín (Astiberri), Los dientes de la eternidad, de Jorge García y Gustavo Rico (Edicions de Ponent), Españistán, de Aleix Saló (Glénat), El coche de Intisar, de Pedro Riera y Nacho Casanova (Glénat), La bella huida de Hedoi Etxarte y Alain M. Urrutia (Alberdania),  o el Sin título (2008-2011) de Rayco Pulido (Edicions de Ponent). Pero tampoco ha estado nada mal lo que nos venía de fuera: muy destacables han sido los valores seguros de Scalped, de Jason Aaron y R. Guera (Planeta DeAgostini) y Los muertos vivientes de Kirkman y Adlard (Planeta DeAgostini), la nueva obra de Craig Thompson, Habibi (Astiberri), Paolo Pinocchio (dibbuks), Girls don’t cry, de Nine Antico (Glénat), Tóxico, de Charles Burns (Random House), 3 relatos, la historia secreta del hombre gigante, de Matt Kindt (Norma), Chagall en Rusia, de Joann Sfar (451), La oruga, de Maruo (Glénat), Alec, de Eddie Campbell (Astiberri), Quai d’Orsay, de Lanzac y Blain (Norma), Body world, de Dash Shaw (Apa Apa/sins entid), R97, de Christian Cailleaux y Bernard Giraudeau (dibbuks), Logicomix, de  Doxiadis, Papadimitriou y Papadatos (sins entido), El proceso Kafka, de David Z. Mairowitz y Chantal Montellier (sins entido).

Mañana, repaso a las reediciones y recuperaciones de clásicos…


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9 años rayado

27 diciembre 2011 / Opinión / 23 comentarios


Pues sí señores. Nueve años ya. Aunque la cosa comenzó en pruebas allá por mayo del 2002, la fecha oficial de parto de La Cárcel de Papel fue un 27 de diciembre de 2002. Lo que ha llovido y todo lo que ha pasado. Miro atrás y creo que casi todo ha cambiado. En mi vida, en el mundo del tebeo, en internet… Todo menos una cosa: me siguen apasionando los tebeos. Siguen siendo eso mágico que me sulibeya, que me deja maravillado, que me admira y que me enamora.
No hay nada como los tebeos (bueno, sí, un enano que corre por aquí desde hace casi un par de años, pero ésa es otra historia…).
Y respecto a esta cárcel, pues me parece increíble que sobreviva pese a todo. Reconozco que en los últimos tiempos la tengo algo abandonada, pero es que compaginar lo de leer devorar tebeos y la vida cotidiana era más o menos posible, pero combinar lo de ser padre, leer tebeos, trabajar y esas cosas habituales como dormir y otros vicios, pues se hace un poco más cuesta arriba. Así que perdónenme ustedes la falta de compulsiva actualización que antaño caracterizaba esta página. Supongo que, poco a poco, volverá y, quizás, el décimo aniversario (que llegará, llegará) traiga una página algo más normalizada. Quizás, también, un poco de vuelta al pasado, que releo aquellas primeras entradas y encuentro una frescura que he perdido, me temo que demasiado embargado por esa supuesta responsabilidad de “hacerlo bien” que me tengo que quitar de encima como sea. Dejar de lado las reseñas infinitas y volver a una relación más informal, a retomar eso de “diario de un lector de tebeos” que caracterizaba a esta página en sus inicios. Que son muchas y muy buenas las páginas que dan información hiperactualizada y excelentes y curradas reseñas de tebeos, a años-luz de las mías.
Y, por lo demás, amigos y amigas, ante todo y sobre todo sigan leyendo tebeos. Disfrutándolos por encima de cualquier debate u opinión, de modas, fobias y filias; buscando el criterio propio, el gusto personal, aquellas cosas que hacen de leer un tebeo un placer.
Acabo con un regalito de 9 aniversario: Migrañas infernales, una de las historias que más me gustan de la larga historia del tebeo patrio, que es capaz de experimentar radicalmente desde el respeto reverencial al tebeo clásico español, con homenajes evidentes que van de Coll a Hergé pasando por Sanchis o Urda, mezclando la estructura del cuento tradicional con la serie negra a la par que con el costumbrismo más cotidiano, con un fondo de surrealismo tan irreverente como divertido. Apareció, allá por los 80, en la revista Cairo, formando parte de la serie Raya. Y era de Micharmut, claro.



El (c) de esta historia es de Micharmut, y ha sido publicada con su consentimiento.


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100 razones más…

9 diciembre 2011 / Opinión / 17 comentarios

Y es que 100 razones para amar los tebeos son pocas…
1. Porque siempre que veo una caseta de perro me apetece subirme al techo y echarme a divagar
2. Por el movimiento continuo que me hipnotiza en el Travel de Yokoyama
3. Porque sigo ensuciándome las manos en cualquier librería de viejo buscando tebeos.
4. Porque he descubierto que el tebeo está más allá de un papel o de la pantalla brillante de un iPad.
5. Porque me gusta soñar y tener pesadillas en Unifactor.
6. Porque a mi hijo le encanta La caca mágica de Sergio Mora.
7. Porque la única regla que tiene la historieta es romper las reglas.
8. Por reivindicar a Howard Chaykin como uno de los grandes renovadores del cómic adulto con American Flagg.
9. Por seguir riéndome de la mala hostia del susodicho en Black Kiss.
10. Porque cada día descubro que lo nuevo ya fue descubierto hace 100 años.
11. Por Vázquez. ¡Qué coño!
12. Porque Coll me sigue pareciendo el culmen de la elegancia moderna.
13. Por la rabiosa modernidad de Mihura.
14. Porque Ware sigue investigando nuevos recovecos en lo que otros habían intuido.
15. Porque llega un día y descubro que Naughty Pete es puro delirio gráfico.
16. Porque quiero que Fletcher Hanks destruya el universo conocido.
17. Por la maravillosa genialidad de Calpurnio y su Cuttlas.
18. Porque Felipe Almendros siga contando sus neuras.
19. Porque siempre me enamoro de las chicas que dibuja Ana Miralles.
20. Porque me gustaría encontrarme en un bar perdido de barrio con el Capitán Torrezno.
21. Porque los tebeos siguen oliendo.
22. Porque me sigo emocionando cuando veo muchos tebeos juntos.
23. Porque un día piensas que ya no se innova en los tebeos y al día siguiente llegan los de Ultrarradio.
24. Por la fuerza de los dibujos de David Rubín.
25. Porque Los Garriris siguen teniendo descaro y sentido.
26. Por la Estrella Lejana de Torres.
27. Por la historieta de los nabucodonosorcitos homenajeando a Coll en el Raya de Micharmut
28. Por Peter Maresca y sus carísimas ediciones gigantes
29. Por la terca y maravillosa inconsciencia de Manuel Caldas
30. Porque quiero ir a La Patagonia que dibuja Jorge González.
31. Porque una de las mejores novelas negras que se ha escrito jamás la protagoniza Mickey Mouse
32. Por la escena del espejo en la cómoda con que se inicia el Lost Girls de Moore y Gebbie
33. Por meterme con Frank Miller.
34. Por la palabra de Dios reescrita por Robert Crumb
35. Porque la Valentina de Crepax sigue siendo un catálogo de vanguardias narrativas
36. Porque Valentina es la reencarnación más bella de Louise Brooks
37. Porque la mejor historia de zombies que se ha escrito es Los pitufos negros
38. Porque Dave Sim está algo chalado.
39. Porque Mazzucchelli sigue fiel al espíritu de Rubber Blanket
40. Porque siempre encontraré tebeos que no he leído.
41. Porque Shigeru Mizuki me llenó de ilusión con NonNonBa y de espanto con Operación Muerte
42. Porque Milligan es capaz de lo mejor y de lo peor.
43. Porque los superhéroes pueden todavía ser interesantes como demostró X-Statix
44. Por las monstruosas ediciones de los DC Showcase
45. Porque me lo sigo pasando bomba con los delirios del Batman de Sprang o Moldoff
46. Porque soy capaz de comprarme cualquier edición de Krazy Kat.
47. Porque Krazy Kat me da 1000 razones para amar los tebeos.
48. Por ese maravilloso oeste retro de Gus.
49. Porque sigo sintiendo el golpe en el pecho cada vez que el Thor de Kirby estampa su Mjolnir.
50. Por la deliciosa ingenuidad verdosa de Yotsuba
51. Por Sempé.
52. Por la elegancia e inteligencia de los tebeos de Jules Feiffer.
53. Porque Manel Fontedvila es un puñetero genio.
54. Por la poesía gráfica de Edmond Baudoin
55. Por la vitalidad gestual de Bastien Vivés
56. Por los colores hipnóticos del Peter Petrake de Calatayud.
57. Por el buen humor de Ramón Boldú
58. Por lo mal que lo paso leyendo los tebeos de Hideshi Hino
59. Por la larga caída de El arte de volar.
60. Por Paco Roca
61. Por las discusiones sobre tebeos de los viernes por la tarde
62. Por las fotos inexistentes de Julius Knipl.
63. Porque Koma es una fábula moderna perfecta.
64. Por la inquietante lucidez de las viñetas de Miguel Brieva.
65. Porque Silvio José es mejor que Ignatius J. Reilly.
66. Porque los fanzines siguen rompiendo moldes
67. Por que Sonia y Pere consiguieran que me gustaran los caracoles, por lo menos en papel
68. Porque lees un tebeo de Nacho Casanova y parece como si te estuvieras tomando una caña con él.
69. Porque un día aparece Nobrow
70. Porque los árboles de Miguel B. Núñez tienen corazón
71. Porque me gusta emborracharme de Sfar.
72. Por el Spirou Año Uno de Emile Bravo.
73. Porque Moebius se atrevió a meterse dentro de sí mismo.
74. Por la voluptuosidad de Dave Cooper
75. Porque van a reeditar por fin el Barnaby de Crockett Jhonson
76. Porque Obélix y Cia. debería ser lectura obligada para todos estos gurus de la crisis
77. Porque nos hace falta que nos salve Pravda la survireuse.
78. Porque no se ha vuelta a superar la locura de Saga de Xam.
79. Porque cuando espero el bus siempre pienso en Paul Kirchner.
80. Porque Carlos Giménez me sigue emocionando cuando cuenta historias.
81. Por la limpieza de trazo de Mort Meskin.
82. Por Franquin, siempre por Franquin, ya sea en ideas oscuras o en gastonadas.
83. Porque Fred lo inventó casi todo.
84. Porque Otto Soglow nunca estará suficientemente reconocido.
85. Por los culebrones de Palomar.
86. Por educar a Hopey Glass.
87. Por llorar cada vez que leo El olmo del Cáucaso
88. Por Astroboy
89. Por la lenguaraz sinceridad de Aurelia Aurita.
90. Porque ha vuelto Claire Bretecher.
91. Por el genial absurdo de adaptar un musical indefinible como Starstruck al tebeo
92. Porque los vivos de los muertos vivientes de Kirkman dan miedo
93. Porque no puedo esperar a leer la siguiente entrega de Scalped.
94. Porque Keko sigue poniéndome los pelos como escarpias cuando explora la psique humana.
95. Porque cava me sigue retando en sus historias.
96. Por la Eli, la secretaria personal de Álvarez Rabo
97. Por Dios en persona. El de Mathieu, claro.
98. Por ver a través de los ojos del gato.
99. Por el destino ineludible del artista según Campbell.
100. Porque puedo escribir 100 razones más todavía. Y 100, y 100, y 100…


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De Intisar a Zahra

9 diciembre 2011 / Lecturas,Opinión / 5 comentarios

Cada vez que se habla de “comercialidad” en los tebeos (y, en general, en la cultura) no puedo evitar esbozar una sonrisa. Me divierte la reiterada machaconería de los que defienden este mantra de lo “comercial” asociando ese concepto a determinados esquemas bien reconocibles, para terminar restringiendo el término “comercial” a una serie de tópicos elementos de género. Y me divierte, todavía más, como el público, ése que de verdad tiene que definir y dar sentido a ese término, hace lo que le da la gana y adjudica la etiqueta de “comercial” a las creaciones más inesperadas, demostrando día sí y día también que es una etiqueta que sólo se puede poner a posteriori, nunca a priori. Algo que bien saben los editores, aunque muchas veces se tapen los ojos: si de verdad supieran qué es “comercial”, estarían forrados. La realidad es que la industria cultural funciona desde hace años por un procedimiento que se podría resumir en disparar a ciegas lo más aleatoria y rápidamente posible y, si suena la flauta y se da en el blanco, a mogollón a por eso. No existe bola mágica ni carta astral computerizada que pueda predecir qué se venderá, por lo que la resignación de la industria cultural es aprovechar y ordeñar cada éxito hasta la exageración y el aburrimiento: ¿Que tiene éxito una adaptación al cine de un cómic de superhéroes? Pues siéntense y esperen que lleguen 80 más. ¿Qué los vampiros adolescentes llenan salas? Pues nada, nada, a revivir todo el monstruario clásico en versión adolescente. Lo curioso es que la última de Woody Allen es una de las películas más taquilleras del año y los productores parecen mirarlo como una especie de aberración….”¡pero si no es ‘comercial’!” parecen decir. Pues oigan, sí, sí que lo es…
El tebeo, hermana pobre de esta industria, sigue a pie juntillas esta máxima y, quizás, la exagera todavía más en su corta medida de posibilidades. Sirva como ejemplo claro de este comportamiento lo que podríamos llamar “el efecto Persépolis”. Una editorial francesa independiente saca al mercado un título que reunía todas las premisas para ser “anticomercial”: dibujo naif (“malo”, según los supuestos cánones del dibujo de historieta), temática autobiográfica, reflexiones sociopolíticas y sobre los problemas de la mujer en Oriente Medio… En teoría, vendería los ejemplares de los familiares, con suerte. Pero la realidad es terca: bombazo mediático, múltiples ediciones con éxito de ventas, traducciones a varios idiomas… ¡Hasta película de dibujos animados!
Persépolis se convirtió en un estandarte de esa nueva concepción del tebeo de autor para adultos que se potencia con la novela gráfica, rompiendo barreras continuamente y demostrando, ante todo y sobre todo, que el lector no es tonto y no quiere simple soma cultural de fácil deglución, que también quiere obras diferentes y las aprecia. Pero también demostró esa particular forma de entender el mercado de la industria cultural: durante los meses siguientes las estanterías se inundaron de obras, a ser posible firmadas por autoras, que trataban temáticas autobiográficas (o no) con tintes exóticos.
Pero sería injusto pensar que la única razón es ésa en este caso particular. Es verdad, y eso es innegable, que este particular género a medio camino entre lo periodístico y la confesión personal encuentra en la historieta un medio ideal: frente a la exactitud documental de la fotografía o la síntesis obligada de la televisión o cine, la historieta aporta al lector una experiencia distinta mucho más rica. El dibujo establece una interpretación previa que descubre al lector una serie de emociones que la fotografía oculta en la infinidad de información pura y dura, establece un foco que favorece una conexión mucho más rápida entre mensaje y lector. Y la lectura de la historieta favorece la reflexión mucho más que la imagen en movimiento, es un medio dominado por el lector a su antojo, pudiendo detenerse en aquellos momentos que exijan una mayor profundidad, volver atrás y repensar lo leído, implicarse mucho más en lo reflexionado. En ese constreñido corsé que definía la historieta sólo en el ámbito infantil y juvenil, esta puerta abierta suponía para los autores un soplo de aire fresco y una guía clara para escapar del encasillamiento aprovechando el reconocimiento mediático que estaba obteniendo la obra de Satrapi.
El problema es que ambas situaciones se dieron a la par, tanto el ordeñado industrial como la expansión autoral. Es lo que ocurre habitualmente en la industria cultural, cierto, pero la ventaja que tiene el consumidor en otros medios es la existencia de una crítica sistemática que le ayuda a separar el grano de la paja. Algo que, por desgracia, todavía no ocurre en el cómic: la crítica sigue relegada al ámbito de la vocación personal, que alcanza un grado de profesionalidad y calidad excelente pese a su amateurismo, pero que no puede llegar a ese grado de análisis sistemático y exhaustivo del mercado que tienen otras formas culturales por obvias razones económicas. Aunque también es cierto que quizás ya no tenga sentido reivindicar esa función para la crítica y se deba apostar claramente por la fuerza de las redes sociales como nuevo actor de esta tarea de criba cultural. Quizás más que críticos, lo que hace falta es que el tebeo encuentre lugares propios estilo Filmaffinity o Entrelectores, que podrían ser la evolución natural de foros como el activo PAMMHG!
Mientras no exista esa criba, el “efecto Persépolis” puede tener como consecuencia lógica que muchas obras puedan pasar desapercibidas a un lector que automáticamente pone esa etiqueta ante cualquier obra pueda englobarse dentro de esa clasificación, más si en un periodo corto aparecen varias obras de temática similar, como acaba de ocurrir con la publicación de El coche de Intisar, de Pedro Riera y Nacho Casanova, Crónicas de Jerusalén, de Guy Delisle o El paraíso de Zahra, de Amir y Khalil.
Y me sirven de buen ejemplo porque quizás aquella que más números tiene de quedarse con la etiqueta de “Clon de Persépolis” es precisamente la más interesante de estas novedades: El coche de Intisar. La sinopsis, la verdad, no puede ser más “persepolizada”: una aproximación a la situación de la mujer en Yemen a través de la vida de una joven de ese país, pero a poco que uno deje el prejuicio de lado, descubrirá que la obra que firman Pedro Riera y Nacho Casanova aporta no pocas características diferenciales. La primera, que evita el tono autobiográfico y entra más en un periodismo ficcionalizado, creando a la joven Intisar a partir de los testimonios reales de diferentes mujeres yemenís. La segunda, que Nacho Casanova ha sabido dotar al guión de Riera de la frescura habitual con que afronta sus obras. Y la tercera, y quizás más importante, que la perspectiva que consiguen rompe continuamente los esquemas del lector occidental y aporta una lectura novedosa, que evita caer en los tópicos y manidos argum

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